lunes, 26 de enero de 2009

Sexta parte: Laos I

Bon jour queridos:

Me llegan inquietantes noticias sobre un invierno cruel que solo logro imaginar. Espero que buenos cobijos os resguarden. A mí ya se me acaba Asia. Ay las tórridas llanuras, ay polvorientas capitales, ay el regateo, ay el no te entiendo pero asiento, ay los precios populares. En unas horas me embarco ya a Melbourne, en pleno puñetero Open de Australia. La ciudad hasta la bandera. O encuentro una granja tipo Cría de canguros for dummies o me veo debajo del puente. Pero no adelantemos acontecimientos. Han pasado muchas lunas desde mi último informe y hay que ponerse al día. Lo deje llegando a Laos, aquella luz al final del túnel del vietcong que casi se convierte en zulo gracias al limoncete de funcionario de fronteras que me toco en suerte aquella templada mañana de diciembre...

Adentro video: Frontera de Lao Bao. Monte pelado hasta donde alcanza la vista y arquitectura comunista mazacote señalando las lindes. Llego en una furgonetilla con otro par de vietnamitas y nos hacemos panda natural de cruce de muga comunicándonos por señas. Si no fuera por sus caritas de chao chin pasaríamos perfectamente por un grupo de la resistance.

Atravesamos el control del lado vietnamita. Sellito y paseo de casi 500 metros al soleil hasta las oficinas laosianas. En el camino cambio mis últimas divisas a una tipa. Paso de una moneda que se llama dong a otra que se llama kip. Traducido del inglés y holandés respectivamente paso de "pollas" a "pollos". En serio.

Comienzo los tramites para el visado. Relleno formularios, entrego fotomatón y procedo a pagar los 35 USD de rigor. El tío me sella el pasaporte PERO cuando le hago entrega de la pasta me dice que el billete de 20 USD no es de su agrado, que le de otro, como quien te pide una talla L porque la M le va pequeña. En total tengo 45 USD y algunos pollos. Le pregunto a ver si puedo abonarle la mitad en kip y la mitad en USD. OK me dice colega. Veo a la cambista babear. Da la casualidad de que, como ese día no hay tourist bus, la frontera esta desierta. Solo estamos los de la furgonetilla y yo. Me acerco a la cambista y le digo que se evite el circo que de que no le gusta el 20 y que me diga la sangrante comisión quiere. Me lo cambia por 15 USD en pollos, y a mi me manda por unos instantes a la Sierra Morena de Curro Jiménez. No estoy para gaitas, así que acepto. Añado 5 USD y se los paso al funci. NO!, me esputa. USD or Dong! Pero cabrón, si me acabas de decir que te podía hacer un fifty fifty! Me lanza una mirada que me recuerda a aquella de la autoridad vietnamita, un je ne sais quois entre modo post-tortura y pre-cogorza. Le digo que es lo que tengo, pero dice que no es su problema, que no le importa y que no me devuelve el pasaporte (porque ya me lo había sellado). Ahí ya me quise hacer yo un poco de pipi. Me veía como Tom Hanks en Terminal solo que en línea caliente con Moratinos.

Sopeso mis posibilidades: salir pitando a por pasta es la opción ganadora. En la frontera no hay cajeros. A Laos no puedo ir por razones obvias (ja!) y además el pueblo mas cercano esta a unos 20 km. Solo me queda volver a Vietnam. El pueblo más inmediato esta a 1 km y me ha parecido ver que tiene banco. El funci hace amago de abandonar la garita. Y de hecho la abandona. Me digo Marta respira, usa el encanto, la calma, sonríe DALE UNA PATADA EN LOS HUEVOS! No. Please Mr Officer, devuélvame el pasaporte que me voy por donde he venido. Me mira sospechoso pero parece que funciona. Me lo da y les digo a los pobres de la furgonetilla (que me estaban esperando) que se fueran sin mí. Salvaos vosotros! Me miran como diciendo "No, no. Bueno vale, pero buscaremos ayuda, volveremos a buscarte!". Mas bien se fueron con cara de alivio y mirando al reloj porque solo hay un bus al día y sale a 1 km de la frontera. Y yo piti piti de vuelta a Vietnam. Castigada. Retroceda hasta la casilla de salida.

El problema ahora es entrar de nuevo a Vietnam con la salida sellada. Tres horas para encontrar un poli que hablara medio ingles. Le explico la situación y me dice que bien, que puedo salir pero que el pasaporte se queda con el, en la garita. Se lo entrego mirándolo quizás por última vez, pero no tengo otra opción. De nuevo en suelo vietnamita veo a un tío con una moto, le pongo unos pollos en la mano y me siento detras y con cara de velocidad le digo ATM, fast!. Eh? (lo flipa). Bank, money, machine. Aaah, ATM! (desorbito los ojos. Tipico!). Saco mas de la cuenta, convencida de que mi entrada en Laos habrá de producirse a golpe de soborno.

Para mi sorpresa en Vietnam me hacen entrega del pasaporte con una sonrisa, así que llego donde el limoncete mas animada. Le entrego las pollas. Ni pollos ni pollas, lo único que quiere ahora son verdes, USD! "Hijo de puta" (me sale con acento argentino). La cambista es ya un dibujo animado; los ojos se le salen con muelles y la lengua le cuelga hasta los pies. Acabemos con esto de una vez. Cambio, me atraca y le doy los USD algo temblorosa...los acepta, fiu. Con mi nueva actitud budista achaco todo a un malentendido y me voy con la esperanza de que, en su próxima vida, el colega retroceda unos niveles hasta reencarnarse en una Infraorden Stylommatophora o babosa común. Pero sin malos rollos.

Para mi sorpresa el bus estaba aun allí. Los vietnamitas hacen aspavientos al verme llegar porque supongo que no daban un duro. Y donde esta la ayuda prometida, eh? (que no Marta, que eso te lo habías inventado). Ah. Son las 12.00 del mediodía. Las 6 horas que me quedan hasta Savanaketh me parecen un paseo. El bus se cae a cachos, los asientos, confort en madera y oxido, se me antojan Chesterfields de cuero y me relajo entre cajas, polvo y miradas curiosas. Pero yo soy de queja fácil, y al de 4 horas comienzo a retorcerme, no tanto por el asiento sino, efectivamente, por el hambre. Me doy cuenta de que lo único que he ingerido desde las 6 de la mañana que llevo en danza es un cafecillo. Parece que hay alguien al loro de mis pensamientos porque al minuto paramos y el bus se llena de vendedoras de comida. Y tienen pinchos morunos! Fabuloso, si no puedo reconocer que tipo de carne es me lo nutro! Pero, oh destino cruel, vaya si lo reconozco. Son ranitas. Pinchadas en un palo, en grupos de a tres, vuelta y vuelta. Dos turnos sin jugar.

El paisaje, a todo esto, es precioso. Un alivio pasar a las despobladas y bucólicas llanuras laosianas. Y el camino me regala el enésimo impresionante atardecer. Lo bueno es que no me acostumbro. Ya de noche llego a Savannaketh, busco alojamiento y, por fin, nutro. La quietud y la ausencia de turistas me relaja y me hace olvidar el agobio vietnamita. Laos tranquilo, bueno. O al menos esa parte de Laos, que en todos sitios cuecen habas amiguitos...

Fundido en negro y...corten!

Y me voy ya, que todavía pierdo el avión.
Bye bye Asia. Thank you so so very much.

Y para vosotros, mis besos y pensamientos.

La historia en imágenes.