miércoles, 24 de junio de 2009

Decimoquinta parte: Nicaragua II - Hogar

Novedad: el bus al Ostional va hasta la bandera. Voy de pie en el pasillo. La niña que está sentada a mi lado lleva sobre el regazo y sin envase alguno una tarta que reza Felicidades Mamá, con más colorante que un helado pitufo. El camino hasta el Ostional es de tierra y el paisaje absolutamente agreste. Hace mucho calor y los ornamentos florales del pastel se ven cada vez más mustios. Delante de mí, también de pie, la locaza del lugar, Carlos, ataviada con una camisa de plumaje y una raya de ojo que a nadie escapa. Comenzamos a hablar. Él emplea un lenguaje que me recuerda al de los cuerpos de seguridad del estado cuando intentan describir a los medios una operación policial; abusivamente adverbial y gramaticalmente inconexo. Me encanta a la vez que me confunde.

Carlos no es discreto y en dos minutos los de alrededor nos miran de reojo y/o descaradamente. Sin duda somos una pareja llamativa; el gay y la chele. Al de una hora de viaje le pregunto si queda mucho. Ay sí, muchísimo. Y entonces empieza a contarme que le encantan las grandes voces de España; Isabel Pantoja, Rocío Durcal, La Oreja de Van Gogh. Se las sabe todas. También me pregunta si conozco las grandes voces mexicanas, como Ana Bárbara o Ana Gabriela, todo acompañado de una pequeña tonadilla demostrativa, no vaya a ser que me suene la canción. “O sea, ¿que además de bailar 19 géneros eres cantante?” le pregunto, “ay no, es que ya a mis 40 años...”. “¡40, si parece que tienes 20!” (lo parece). “¿Ay sí?, ¿de verdad? Mucha gente me lo dice. Será que me conservo bien, ¿cierto?”. Muy cierto.

Seguimos hablando de música. “A Paquita la del Barrio sí que la tienes que conocer”. Se pone serio. Voz grave. Se arranca:

Rata inmunda, animal rastrero, deshecho de la vida, maldita cucarachaaaaaaaaa.

A mí me da un ataque de risa y él se contagia. Ahora sí que todo el mundo nos mira. “Cántamela otra vez, por favor”, le ruego. Se vuelve a poner serio y se vuelve a arrancar. “Me encanta”, le digo. “Ya sabía yo”, me dice. Me comenta que casi estamos llegando a su casa (a todo esto, llevamos casi dos horas de camino), que me va a copiar un CD y me lo sube al bus (cojo el último de vuelta a San Juan).

En el Ostional pueblo se ve poca gente. De camino a, y en la playa, nadie. Reparo en que estoy a merced de quien pase, así que guardo la cámara y abro mi navajita plateá en el bolsillo. Porsiaca.

De nuevo en el bus de vuelta, esta vez no tan lleno, paramos cerca de la casa de Carlos para recoger gente y, efectivamente, ahí sube él. “¡Martaaaaa, los discos!”. Besos y abrazos escandalosos en el pasillo y los lugareños ojopláticos, pensando de qué narices se conocen estos dos. Supongo que dios los cría... Son dos CDs, en uno pone “Divas Coleccion”, leído con toda seguridad “colecsion”. Regreso al hostal, donde me dicen que vaya peligro haber ido sola al Ostional, que no es nada seguro. A buenas horas.

Casualidades de la vida, aquí precisamente coincido con otros tres vasquitos; otro Carlos, de Irún, que lleva viviendo en San Juan seis años y dos hermanos de Azpeitia, Luis e Irantzu, de viaje por las Américas. Luis e Iran me cuentan cómo les atracaron a golpe de cuchillo yendo a la playa del Remanso; mochila, dinero y cámara. A pesar de que lograron verle la cara al quinceañero delincuente, porque se quitó el pasamontañas, la policía poco o nada hizo por ayudarles. Entonces se pusieron en contacto con Carlos, por si les pudiera echar una mano para recuperar sus cosas. Carlos les llevó en auto hasta el lugar de los hechos y mira tú que allí estaba el chaval.

Momento Euskal label:

Luis coge un palo y sale, seguido de su hermana, corriendo detrás de él, dándole alcance al final de la playa. “Luis, dale hostias, dale!” (en euskera, claro), dice Irantzu. No le dan, pero dejan al chaval temblando y, con un par, logran que lo enchironen. En los días sucesivos me vuelvo a encontrar con ellos y les pregunto cómo va lo suyo. “Esperando estamos a ver si lo sacan de la cárcel” (léase con acento vasquito). Y no os imaginéis para nada un par de brutos, al contrario, dos chavales bien tranquilos y nobles. Finalmente, otro día, Luis me dice que han recuperado la cámara. La policía les llamó diciendo que la habían “encontrado”. Yo alucinaba. Le digo que vamos a cenar en casa de Carlos esa noche, a ver si se animan. “Bueno, ya comento con la herrrrmana, que ella es la que manda”. Matriarcado vasco hasta el final.

Tanto símbolo de la tierra parece anunciar el fin del periplo.

Efectivamente, paso los 10 últimos días de las Américas en Cahuita, Costa Rica, haciendo snorkel, pescando y reflexionando sobre este pedazo vuelta al mundo. Entro en Europa por Viena, Austria, donde visito unos días a mi amigo Luke (aquel prisionero en Vietnam). El 17 de junio llego a Bilbao, donde ya llevo unos días nutriendo y descansando en la casa paterna. En dos días estoy en Barcelona. Ay ama.

A algunas ya os he visto. A los demás, muy pronto.

Sana y salva.

La historia en imágenes